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PRETTY DOLL
i'll be all that you want, i'll be all that you need
— ABOUT ME
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Amelkyn Denali. vampire, 20, he/him, scorpio, ENFP, alaskan. faceclaims Park Jimin & Ahn Seongmin. loves Lyriel, Veylin, ballet, violin, cats, roblox, halloween, Kali Uchis, The Marías, Mitski, Lana del Rey, Haikyuu, Vanitas No Carte, Alice in Borderland, Strangers from Hell, Banana Fish. links instagram | tiktok | twitter | spotify
— COTTON CANDY
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Tessie. ❤︎₊ ⊹

Kus. ❤︎₊ ⊹

Lian. ❤︎₊ ⊹

Lannie. ❤︎₊ ⊹
— VANITAS VARIANT
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Velenor Amelkyn Denali nació el 31 de octubre, en medio del silencio blanco y los bosques helados del clan Denali. Desde su nacimiento, hubo algo en él que se sentía distinto, más sensible, más frágil en ciertos aspectos, pero también más intenso. A una edad temprana, comenzaron a manifestarse sus dones:El primero, la telepatía, se presentó como un murmullo constante en su mente. No solo podía escuchar pensamientos ajenos, sino que no sabía cómo detenerlos. Las voces de los demás se colaban en su conciencia sin permiso, como susurros que a veces se convertían en gritos. Aunque con los años logró identificar qué pensamientos eran suyos y cuáles no, aún luchaba con los momentos en que su don se desbordaba sin control.El segundo, más delicado, le permitía doblegar la voluntad de otros a través del aroma de su sangre. Era un poder potente pero peligroso, que requería que otros bebieran directamente de él. Aunque funcionaba de forma impecable, cada vez que lo usaba, quedaba física y mentalmente exhausto. A veces, incluso se desvanecía. Por ello, usaba ese don solo como último recurso, con temor a lo que podía provocar tanto en los demás como en sí mismo.En medio de esta dualidad entre control y caos, el ballet se convirtió en su tabla de salvación. Descubrió la danza a los cinco años, cuando su madre, Tanya, lo llevó a una función del Cascanueces. Desde ese instante supo que su vida estaría ligada al escenario, al arte, al movimiento exacto. La disciplina del ballet le ofrecía una estructura que le era negada por sus poderes. Cada posición, cada línea, cada giro era una decisión. Un mundo en donde él sí podía tener el control.Sin embargo, su relación con el ballet no era fácil. Se volvió una obsesión silenciosa, una necesidad de perfección que no le permitía descanso. En cada ensayo se exigía hasta el límite. Cualquier error, por mínimo que fuera, lo dejaba despierto durante horas. Lo corregía una y otra vez hasta que el cuerpo doliera. No bailaba por reconocimiento; bailaba para no desmoronarse. Para no perderse en su propia mente.Cuando la música del estudio cesaba y el eco de los pensamientos ajenos regresaba, Velenor buscaba otro refugio: el violín. Lo había aprendido en secreto, casi por accidente, al encontrar un violín antiguo entre las cosas de su tía Irina. El sonido del arco sobre las cuerdas lo tranquilizaba de una forma distinta al ballet. Mientras la danza lo enfocaba en su cuerpo, el violín lo sanaba por dentro. Tocaba principalmente al anochecer, cuando el mundo parecía más callado. Interpretaba piezas melancólicas, suaves, como si cada nota pudiera calmar los pensamientos invasivos que no lo dejaban descansar. A veces tocaba solo para Lyriel y Veylin.Lyriel, un gato naranja con ojos brillantes y una energía traviesa, había llegado a su vida una noche lluviosa. Lo encontró empapado, temblando bajo un pino. Desde ese día, se convirtió en su sombra más leal. Veylin, un gato negro de andar silencioso y mirada profunda, apareció semanas después, como si el destino lo hubiera enviado sabiendo que Velenor lo necesitaba.Aunque no hacía mucho que los tenía, sentía que siempre habían estado con él. En sus peores momentos, cuando las exigencias del ballet lo dejaban agotado, o cuando sus dones lo sobrepasaban, eran ellos quienes lo anclaban al presente. Lyriel se subía a su regazo cuando tocaba el violín, y Veylin dormía cerca del piano del estudio, como si entendiera que la música y el movimiento eran parte de su alma.Creció en una familia que, aunque marcada por pérdidas, también sabía del amor profundo. Los cuentos que escuchaba desde pequeño no eran solo historias de valentía o gloria, sino relatos de vínculos indestructibles, de almas que se reconocían sin necesidad de razones. Y así, desde muy joven, Velenor había oído hablar del amor que los vampiros profesaban: definitivo, irreversible, de una profundidad tan voraz que nada en el mundo humano podía compararse. Pero no fue hasta que comenzó a sentirlo en carne propia que comprendió cuán cierto era todo aquello.No era una obsesión, no era una necesidad… era destino asumido, sin intervención divina.Los escritos de Carlisle Cullen lo confirmaban:
"Los vampiros no aman muchas veces. Cuando lo hacen, no hay marcha atrás. No se desvanece, no se transforma: simplemente permanece". Y Edward, en su voz más íntima, había dejado constancia de algo similar: "Bella no fue una elección racional. Fue una verdad que se impuso sola. Lo supe en el instante en que la vi".Su mente volvía una y otra vez a la sangre que lo definía: Denali. Y dentro de ese linaje, su madre, Tanya, había sido una figura crucial. Ella, que se permitió sentir por Edward Cullen incluso cuando sabía que él jamás correspondería. Ella, que llevó ese deseo callado con gracia, que supo retirarse sin rencor, y que después se convirtió en aliada de la mujer que ocupó el lugar que tal vez soñó para sí.Ese comportamiento, lo había marcado desde siempre. No era raro que Velenor también sintiera con tanta intensidad. Había crecido escuchando historias de amor que no acababan bien pero que aun así valían la pena. Y había aprendido, más que nada, a reconocer cuándo un sentimiento era verdadero.Quizá por eso, cuando aquel lobo lo miró por primera vez, no tuvo que leer su mente para saberlo. Lo sintió. Lo supo.Y aunque todo en su especie decía que la imprimación no le pertenecía a los vampiros, algo en su interior, en su instinto, en su herencia, en la educación que Tanya le dio, le decía lo contrario. Él no había imprimado. No podía. Pero sí estaba respondiendo a algo tan antiguo, tan esencial, que solo podía llamarse de una forma: amor.Para Velenor, la danza, la música y sus gatos eran sus pilares silenciosos. En un mundo donde lo extraordinario podía ser una maldición, ellos eran su refugio. La búsqueda de perfección no cesaba, pero poco a poco, comenzaba a aprender que también había belleza en el error, en el temblor, en el sonido que se quiebra antes de afinarse.Y cada noche, cuando el día terminaba y todo parecía en calma, tomaba su violín, lo apoyaba bajo su mentón, y dejaba que las notas hablaran por él. A veces, era lo único que necesitaba para sentirse completo.


